Este primer periodo de clases

Iniciar siempre un periodo de clases me resulta estresante, caótico, emocionante, siniestro, confuso, adictivo, repulsivo, incoherente, frustrante.
Todo lo anterior suena contradictorio, y claro, pues no es la excepción que la escuela, la educación, aunque se tenga todo planeado, ideado en la cabeza y bajado a un papel, la realidad rompe con lo programado, con lo planeado, y es cuando las emociones emergen y nos recuerdan que aunque hayamos planeado, existe un margen que esta fuera de nuestras manos; es lo imprevisible de la vida, lo imprevisto de los días, lo insospechado de la noche.
Siempre las buenas intenciones agobian el inicio de un periodo; pero no son suficientes, ya que de buenas intenciones no basta para hacer cambios sustantivos en nuestra vida, ni en la vida de los que nos rodean.
Pero ¡a mi que me importan los demás! Tal vez mucho? Tal vez nada? Tal vez poco? Tal vez me importan tanto como yo les importo. Pero no como un producto que trascienda fronteras, con el cual se consiguen favores, y se disculpan errores; sino como aquellos seres con errores, con valores, con dignidad, con entereza para sortear dificultades y que no deciden por el ostracismo caprichoso e infantil.
Lo mas dificil de inicar un periodo son las relaciones, es el primer y segundo contacto con el otro y consigo mismo. Es la capacidad de respetar y ser respetado, sustentado en amar lo que se hace y porque se hace, de querer ganarse el puesto, porque estoy bien puesto donde estoy puesto (no donde me pusieron, aunque me hayan puesto). No se trata de fingir para agradar, ni actuar para ser lo que otros quieren que seamos, dejando de ser lo que en verdad somos.
La realidad en la escuela es ir encontrando-reencontrando, ir develando el sentido mas humano de nosotros mismos con la ayuda de los demás; aprender a callar para que los silenciados, los sin voz se aproximen a la búsqueda de sus mas légitimos derechos de vida.
Un buen inicio, no solo se planea; se vive, reprogramando y retrocediendo, proyectando y valorando, escuchando e interactuando, proponiendo y mejorando.
Un buen inicio es el que da pie para continuar, para seguir en la voragine que te puede consumir si estas sumido en el quietismo asolante de la monotonía que se resiste a quebrar su propio tedio.
Un buen inicio es consumir una buena dosis de optimismo y esperanza, para no dejarse vencer por los vencidos.
Un buen inicio es no perder la calma y la racionalidad.
Un buen inicio no espera a que vengan nuevos vientos, hace su propia contracorriente, su propio contrapeso, para cuando los vientos arrecien sus argumentos tengan mas peso que el de los proscritos.

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